Hablar de sexo anal todavía genera incomodidad, risas nerviosas o silencios. Pero cada vez son más las personas que se animan a preguntar y a explorar con curiosidad genuina. Y eso es una buena noticia: el placer anal no tiene por qué ser un tema prohibido.

En un episodio del podcast de Francesca Gnecchi en Wetoker, junto al proctólogo Dr. Lucas Quelín, se desarma con claridad todo ese universo de mitos, dudas y fantasías. La conversación es directa, informada y sin dramatismos. Lo que sigue es una guía inspirada en esa charla, pensada para quienes quieren acercarse al sexo anal desde el placer, la salud y la confianza.


Lo primero: consentimiento y comunicación

Nada de esto tiene sentido si no hay consentimiento.
El sexo anal, como cualquier práctica sexual, necesita un “sí” claro, entusiasta y compartido.

Hablar antes —sin vergüenza— es clave: qué queremos, qué no, qué nos da curiosidad. Incluso se puede pactar una palabra o gesto para frenar si algo resulta incómodo. El diálogo previo es parte del erotismo, no un trámite.


El cuerpo necesita tiempo y confianza

El ano no está diseñado para la penetración de forma natural: no se lubrica solo, y sus músculos (los esfínteres) tienden a cerrarse por reflejo. Por eso, el miedo o la tensión pueden generar molestias.

La base del disfrute está en la relajación y el ritmo lento. El cuerpo tiene que sentirse seguro, cómodo, excitado. Si hay apuro o presión, el resultado casi siempre es dolor o frustración.


Preparación e higiene

No se trata de una cirugía, pero sí conviene cuidar los detalles.
Una ducha suave y limpieza externa son más que suficientes para la mayoría de las personas. Algunos prefieren usar una perita o ducha anal, pero no es indispensable ni recomendable hacerlo de forma excesiva.

Lo importante es la sensación de estar tranquilx y a gusto con el propio cuerpo.


Lubricación: la verdadera aliada

El lubricante no es opcional, es esencial.
A diferencia de la vagina, el ano no genera humedad natural, así que hay que compensar.
Se puede usar lubricante a base de agua o silicona, siempre en cantidad generosa.

Un tip útil: calentar el lubricante con las manos antes de aplicarlo y reaplicar cuando sea necesario. Esto hace toda la diferencia entre una experiencia tensa y una placentera.


Empezar de a poco

No hay que “entrar” de golpe. La progresión gradual es parte del aprendizaje corporal.
Un dedo, un plug pequeño, un juguete de silicona blanda: esos pueden ser los primeros aliados.

El cuerpo se va adaptando, y con el tiempo la experiencia se vuelve más natural. No hay una fórmula universal ni un número de intentos “correctos”. Cada quien tiene su propio ritmo.


Posiciones que ayudan

Para quienes recién comienzan, las posiciones donde quien recibe puede controlar el movimiento suelen ser las más cómodas:

  • De costado, en “cucharita”
  • Sentadx arriba, moviéndose a su propio ritmo
  • Boca abajo con control de profundidad

La idea es poder ajustar el ángulo y la presión, sin perder el control ni la conexión con la respiración.


Mitos que vale dejar atrás

  • “Siempre duele” → No. Duele cuando se hace mal, sin preparación ni comunicación.
  • “Después se afloja para siempre” → Tampoco. El esfínter se recupera naturalmente.
  • “Es solo cosa de hombres gays” → Error. El placer anal no entiende de géneros ni orientaciones: es una zona erógena con muchas terminaciones nerviosas, en todos los cuerpos.

Cuidarse también es sexy

Usar preservativo sigue siendo importante: previene infecciones y facilita la higiene.
Y una regla de oro: no pasar del ano a la vagina sin limpiar o cambiar el condón. Esa pequeña precaución evita posibles infecciones.

Si aparece dolor intenso o sangrado, lo mejor es frenar y consultar con un especialista. La salud también forma parte del erotismo responsable.


En resumen: placer informado

El sexo anal puede ser placentero, íntimo y poderoso si se vive sin miedo, con información y respeto. No es una obligación, ni un tabú, ni una moda. Es solo otra posibilidad dentro del amplio mapa del placer.

Como dice la sexóloga Francesca Gnecchi:

“No se trata de hacerlo porque toca, sino de animarse a conocer el cuerpo con libertad y sin prejuicios.”